Donde publico lo que me dejan en la escuela para tener una motivación real para hacerlo.
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miércoles, 16 de abril de 2008
sábado, 12 de abril de 2008
Hipnosis masiva
El surgimiento del bien nombrado séptimo parte trajo como consecuencia cambios profundos en las sociedades de todo el mundo. Quizá algunos cambios ya se venían gestando con la aparición de la fotografía, donde, según autores como Krakauer, el ser humano tomó conciencia de su propia realidad. Como heredero directo de la fotografía, el cine debería cumplir una función similar.
La pintura pasó por cierta crisis con el advenimiento de avances como el daguerrotipo. Los retratos repentinamente fueron más exactos y veloces, capturaban la realidad tal cual, sin necesidad de pintor ni interpretación. En vez de desaparecer, la pintura buscó sus propios medios expresivos, aquellas características que la hacen única, y no es de extrañar el surgimiento de corrientes como el surrealismo y el expresionismo.
Es mi opinión que aquellos primeros intentos de hacer un espectáculo con imágenes en movimiento de hechos cotidianos lograron transformar en algo ridículo todo aquel género conocido como ópera, con toda su artificio. ¿Dónde se pueden encontrar, en la realidad, personas que hablen cantando en rima y con una métrica impecable? Con todo su rebuscamiento y falsedad, la ópera no pudo adaptarse y desapareció. El teatro, en cambio, también dejó sus pretensiones de retratar la realidad y tomó otros rumbos.
Sin embargo, el papel del cine como fotografía en movimiento duró poco, al descubrirse las potencialidades narrativas y simbólicas de la ediciópn, que también dotaron de características propias e irrepetibles a este nuevo medio.
Finalmente, ¿qué era este medio? ¿Una forma de retratar la realidad? ¿Un espectáculo de feria? No tardaron en surgir las voces que lo declaraban como un arte, tratando de definir bien el lenguaje, su forma, y capacidades expresivas.
Al mismo tiempo, la masificación del cine como industria del entretenimiento se dio a pasos agigantados. Hollywood hizo su aparición, con toda la parafernalia asociada al respecto. Surgieron las primeras estrellas de cine, y su estatus de celebridad no se ha perdido hasta la fecha. Orson Welles, en una entrevista tardía, afirmó que durante el siglo XIX, la mayor proyección artística se obtenía al ser cantante de ópera, pero que a principios del siglo XX este lugar fue cedido a las estrellas de cine (una vez más ha cambiado este paradigma, según Welles, y dice que ahora es mejor ser cantante de pop).
Pero la industria del cine nos habla de la importancia que adquirió el medio y el deseo de la gente por ver más de este. De un lado está la ópera, la radio, la pintura, el teatro. Al cine las masas acuden todavía en tropel y la magia de esas sombras en la pantalla ha hipnotizado a la sociedad desde su mágica aparición.
La pintura pasó por cierta crisis con el advenimiento de avances como el daguerrotipo. Los retratos repentinamente fueron más exactos y veloces, capturaban la realidad tal cual, sin necesidad de pintor ni interpretación. En vez de desaparecer, la pintura buscó sus propios medios expresivos, aquellas características que la hacen única, y no es de extrañar el surgimiento de corrientes como el surrealismo y el expresionismo.
Es mi opinión que aquellos primeros intentos de hacer un espectáculo con imágenes en movimiento de hechos cotidianos lograron transformar en algo ridículo todo aquel género conocido como ópera, con toda su artificio. ¿Dónde se pueden encontrar, en la realidad, personas que hablen cantando en rima y con una métrica impecable? Con todo su rebuscamiento y falsedad, la ópera no pudo adaptarse y desapareció. El teatro, en cambio, también dejó sus pretensiones de retratar la realidad y tomó otros rumbos.
Sin embargo, el papel del cine como fotografía en movimiento duró poco, al descubrirse las potencialidades narrativas y simbólicas de la ediciópn, que también dotaron de características propias e irrepetibles a este nuevo medio.
Finalmente, ¿qué era este medio? ¿Una forma de retratar la realidad? ¿Un espectáculo de feria? No tardaron en surgir las voces que lo declaraban como un arte, tratando de definir bien el lenguaje, su forma, y capacidades expresivas.
Al mismo tiempo, la masificación del cine como industria del entretenimiento se dio a pasos agigantados. Hollywood hizo su aparición, con toda la parafernalia asociada al respecto. Surgieron las primeras estrellas de cine, y su estatus de celebridad no se ha perdido hasta la fecha. Orson Welles, en una entrevista tardía, afirmó que durante el siglo XIX, la mayor proyección artística se obtenía al ser cantante de ópera, pero que a principios del siglo XX este lugar fue cedido a las estrellas de cine (una vez más ha cambiado este paradigma, según Welles, y dice que ahora es mejor ser cantante de pop).
Pero la industria del cine nos habla de la importancia que adquirió el medio y el deseo de la gente por ver más de este. De un lado está la ópera, la radio, la pintura, el teatro. Al cine las masas acuden todavía en tropel y la magia de esas sombras en la pantalla ha hipnotizado a la sociedad desde su mágica aparición.
viernes, 11 de abril de 2008
¿Y vivieron felices para siempre?
Es interesante escribir un ensayo acerca de lo que me hace feliz cuando llevo semanas pensando acerca del tema e incluso investigando casualmente o escuchando diversas opiniones. Hay tantas cuestiones filosóficas involucradas: ¿Es mejor estar vivo que estar muerto? ¿Cómo podemos medir nuestro grado de bienestar o felicidad?
No puedo evitar pensar en el tan recurrido final de cuento de hadas, o de telenovela de Televisa, en donde la palabra FIN aparece flotando sobre la pareja que se besa, ya sea en el altar o después de la resolución de un desagradable conflicto. Pareciera que su felicidad es sido un estado que se alcanza para no abandonarse nunca, para continuar indefinidamente. “Y fueron felices para siempre...” Parece que no fueran separados por la muerte y pasarán la eternidad juntos en el mismo éxtasis de aquel beso. Resulta irónico que esa parte de la historia no valga la pena ser contada.
¿Es la felicidad un estado permanente? ¿Qué se necesita para considerar que hemos llevado una “vida feliz”? Quizá sea la suma de todos los momentos felices, a la cual le restamos los momentos infelices y si el resultado es positivo, consideramos que nos fue bastante bien. Es una visión parecida a la de los hedonistas, en donde la felicidad es igual a placer, menos sufrimiento.
Pero quizá la visión hedonista pase por alto muchos otros logros que no tienen tanto que ver con el placer físico. En cierto experimento, se conectó un pequeño interruptor al centro de placer del cerebro de una rata, de manera que accionando una palanca, el roedor gozaría una una descarga inmediata de placer. Una vez que aprende a hacerlo, no suelta el dispositivo, de manera que muere de hambre y de sed, el resto de su vida se la pasa accionando la palanca.
Yo pienso que, aunque se hiciera lo mismo con un ser humano, nosotros no nos dejamos engañar tan fácil por ese tipo de cosas. Como seres racionales, tenemos la capacidad de mirar las cosas en perspectiva, o desde afuera, de manera que podremos cuestionarnos y quizá pensar: “Este placer ha sido idéntico durante una semana... Y quizá la próxima semana será igual”. Tal vez nos demos cuenta de lo vacío de esa vida.
Para explicar más aquel punto, puedo decir que a mi me gusta mucho la comida china. Cada vez que la como, siento un placer enorme, sobre todo con el pollo con piña. Si desayunara, comiera y cenara comida china, sería algo muy bueno. Pero si esto se prolongara durante toda una semana, sin duda las cualidades placenteras disminuirían, y si esto se prolongara durante toda mi vida, la comida china se transformaría en una especie de infierno personal, de manera que un placer prolongado durante toda la vida no necesariamente es algo deseable, si no todo lo contrario.
Pero, a final de cuentas, ¿qué es lo que me hace feliz? ¿Qué satisface mis deseos de autorealización y placer personal? La respuesta sencilla podría ser: “Hacer lo que me gusta” , pero, de nueva cuenta, debo definir qué es lo que me gusta, y me topo de nueva cuenta con un atolladero.
Pero la clave podría estar precisamente en seguir mi voluntad propia, y en medida de lo posible no ser sujeto de las voluntades externas, seguir mis deseos personales y sueños propios. Psicológicamente se podría dar una buena explicación de porqué me preocupa tanto esto, pero me la reservo. ¿Conseguiré algún día satisfacer totalmente esta necesidad y alcanzar ese estado de felicidad telenovelesco? Lo dudo.
La vida está llena de problemas que nos angustian, de cosas que nos ponen los pelos de punta, pero quizá como en una estructura dramática, todos esos momentos son necesarios para poder disfrutar de los logros y las pausas placenteras. Quizá la felicidad consista en una muy buena combinación de desgracias y fortunas. Incluso con una balanza más cargada hacia el lado de las desgracias.
Un muy reciente estudio del profesor Francisco Mora, catedrático y director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que el cerebro humano no está diseñado para la felicidad. El objetivo de este maravilloso órgano es ayudar a la sobrevivencia del individuo, y por tanto de la especie. La felicidad no es un requisito.
Quizá sea cierto.
No puedo evitar pensar en el tan recurrido final de cuento de hadas, o de telenovela de Televisa, en donde la palabra FIN aparece flotando sobre la pareja que se besa, ya sea en el altar o después de la resolución de un desagradable conflicto. Pareciera que su felicidad es sido un estado que se alcanza para no abandonarse nunca, para continuar indefinidamente. “Y fueron felices para siempre...” Parece que no fueran separados por la muerte y pasarán la eternidad juntos en el mismo éxtasis de aquel beso. Resulta irónico que esa parte de la historia no valga la pena ser contada.
¿Es la felicidad un estado permanente? ¿Qué se necesita para considerar que hemos llevado una “vida feliz”? Quizá sea la suma de todos los momentos felices, a la cual le restamos los momentos infelices y si el resultado es positivo, consideramos que nos fue bastante bien. Es una visión parecida a la de los hedonistas, en donde la felicidad es igual a placer, menos sufrimiento.
Pero quizá la visión hedonista pase por alto muchos otros logros que no tienen tanto que ver con el placer físico. En cierto experimento, se conectó un pequeño interruptor al centro de placer del cerebro de una rata, de manera que accionando una palanca, el roedor gozaría una una descarga inmediata de placer. Una vez que aprende a hacerlo, no suelta el dispositivo, de manera que muere de hambre y de sed, el resto de su vida se la pasa accionando la palanca.
Yo pienso que, aunque se hiciera lo mismo con un ser humano, nosotros no nos dejamos engañar tan fácil por ese tipo de cosas. Como seres racionales, tenemos la capacidad de mirar las cosas en perspectiva, o desde afuera, de manera que podremos cuestionarnos y quizá pensar: “Este placer ha sido idéntico durante una semana... Y quizá la próxima semana será igual”. Tal vez nos demos cuenta de lo vacío de esa vida.
Para explicar más aquel punto, puedo decir que a mi me gusta mucho la comida china. Cada vez que la como, siento un placer enorme, sobre todo con el pollo con piña. Si desayunara, comiera y cenara comida china, sería algo muy bueno. Pero si esto se prolongara durante toda una semana, sin duda las cualidades placenteras disminuirían, y si esto se prolongara durante toda mi vida, la comida china se transformaría en una especie de infierno personal, de manera que un placer prolongado durante toda la vida no necesariamente es algo deseable, si no todo lo contrario.
Pero, a final de cuentas, ¿qué es lo que me hace feliz? ¿Qué satisface mis deseos de autorealización y placer personal? La respuesta sencilla podría ser: “Hacer lo que me gusta” , pero, de nueva cuenta, debo definir qué es lo que me gusta, y me topo de nueva cuenta con un atolladero.
Pero la clave podría estar precisamente en seguir mi voluntad propia, y en medida de lo posible no ser sujeto de las voluntades externas, seguir mis deseos personales y sueños propios. Psicológicamente se podría dar una buena explicación de porqué me preocupa tanto esto, pero me la reservo. ¿Conseguiré algún día satisfacer totalmente esta necesidad y alcanzar ese estado de felicidad telenovelesco? Lo dudo.
La vida está llena de problemas que nos angustian, de cosas que nos ponen los pelos de punta, pero quizá como en una estructura dramática, todos esos momentos son necesarios para poder disfrutar de los logros y las pausas placenteras. Quizá la felicidad consista en una muy buena combinación de desgracias y fortunas. Incluso con una balanza más cargada hacia el lado de las desgracias.
Un muy reciente estudio del profesor Francisco Mora, catedrático y director del Departamento de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que el cerebro humano no está diseñado para la felicidad. El objetivo de este maravilloso órgano es ayudar a la sobrevivencia del individuo, y por tanto de la especie. La felicidad no es un requisito.
Quizá sea cierto.
domingo, 6 de abril de 2008
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